En esta sección se identifican algunas reflexiones colectivas de las comunidades visitadas que hacen referencia a escenarios, acciones y oportunidades para que la naturaleza no vuelva a ser víctima del conflicto armado en el corredor Perijá Zapatosa. Se tratan de algunas recomendaciones que apunten a las transformaciones estructurales necesarias para la no continuación ni repetición de esos daños que la naturaleza recibió en el marco del conflicto armado y, así mismo, sentar las bases de un proceso de reconciliación entre lo humano y lo no humano.
Se debe partir de un sentido de cuidado de la naturaleza, reconociéndose como parte de ella y generando acciones que conecten cada vez más con ella. Las acciones de cuidado y recuperación de entornos dolidos acercan al ser humano a la naturaleza, a sus expresiones y a su relación con la cotidianidad.
Además, estas acciones aportan al reconocimiento de los daños y las heridas que sufrió la naturaleza en el marco del conflicto armado y, al mismo tiempo, se convierten en escenarios que reconstruyen tejido social y revitalizan relaciones de lo humano y lo no humano.
Desde las comunidades, se promueve el cuidado de todas las expresiones de la naturaleza: la reforestación, el cuidado de los ríos, el reciclaje para ayudar a la no contaminación, la reducción de la caza. Se trata de reflexionar sobre las responsabilidades de cada actor en las transformaciones de la naturaleza y qué puede hacer cada uno para aportar al cuidado y recuperación de la misma.
La cultura es una causa y efecto de la relación del ser humano con la naturaleza. El conflicto armado también generó rupturas culturales que tenían relación directa con los ecosistemas. Por esto, es importante el rescate de prácticas tradicionales, de los saberes ancestrales que han construido realidades en cada territorio y de los distintos significados, sentires e interacciones del anciano, del sabio, del niño, de la mujer con la naturaleza.
La construcción cultural también parte de los entornos naturales donde se habita. Es por esto que la cultura del cienaguero tiene diferencias con el que vive en las alturas de la serranía. Sin embargo, las conexiones históricas con la naturaleza tienen un sentido de corredor, de un territorio que se traslapa con los otros y que materializan la vida interactuando con los ecosistemas, más aún cuando esta ha sido fracturada, violentada y herida.
Volver a creen en el campo implica construir acciones de aporten a remendar lo social. Desde las heridas las comunidades visionan su futuro, dan pasos para construir lo que antes era cotidiano, lo que los conectaba con otros humanos, pero también con lo no humano.
Las comunidades del Corredor Perijá Zapatosa apuestan a concientizarse de la importancia de la relación con la naturaleza. De cuidar esa relación, de visionarla con ella y junto a ella, para concebir una imaginación social del porvenir entre lo humano y lo no humano. Es importante el reconocimiento de los elementos de la naturaleza como fuerzas vivas que interactúan con todo lo que habite ese espacio. Esto aporta a construir escenarios de porvenir con la naturaleza, como espíritu que es capaz de experimentar, sentir y sufrir el conflicto.
Es así como lo humano y lo no humano construirán un porvenir juntos, conectados, en armonía. El futuro no se puede construir viendo la naturaleza como un espacio meramente geográfico y aprovechable, si no como un espíritu vivo, como esencia de la vida en los territorios.
Históricamente la población campesina ha logrado establecer relaciones con los ecosistemas como entorno de vida. Sin embargo, el conflicto armado generó fracturas en el tejido social, transformó la vida en el campo e impuso nuevos órdenes sociales.
Redignificar al campesinado debe ser uno de los principales objetivos de los territorios a la hora de aportar a la no reflexión de los impactos del conflicto armado a la naturaleza. Mejorar las condiciones económicas, políticas y sociales del campesino, del afro, de la mujer, del joven en lo rural ayuda a reconstruir relaciones armónicas con los entornos
Los territorios tienen un gran reto: Que los jóvenes sientan la vida en el campo como una opción real para su desarrollo personal, familiar y comunitario. Uno de los impactos del conflicto armado fue la profunda desconexión del ser humano con el campo, con la tierra. Por esto, se deben recuperar y mejorar las condiciones de vida en lo rural, desde todas las dimensiones, para que el campo sea una oportunidad de crecimiento y desarrollo a corto, mediano y largo plazo.
En este espacio se identifican algunas acciones colectivas del corredor Perijá Zapatosa que surjan desde y para los territorios, que busquen la recuperación de la relación del ser humano con la naturaleza. Esto, a través de iniciativas comunitarias de organizaciones campesinas, afrodescendientes y pesqueras del corredor que se enfoquen en retornar a espacios y ecosistemas afectados, en cuidarlos y concebir una vida armónica entre lo humano y lo no humano.
Comunidades del Corredor Perijá Zapatosa realizan acciones integrales de cuidado y recuperación de la naturaleza. Dichas acciones están encaminadas a recuperar espacios de la naturaleza que fueron transformados a través del tiempo y Reconocen que es una tarea que requiere de todas las manos posibles, ya que significa recuperar múltiples entornos y cuerpo de los ecosistemas. A pesar de esto, encuentran en la recuperación de ríos, el reciclaje, la reforestación, el cuidado de los animales una oportunidad real para reconectar con la naturaleza y sus expresiones, y al mismo tiempo aportar a las afectaciones a estos espacios.
Comunidades del Corredor Perijá Zapatosa han realizado acciones conjuntas para mejorar las condiciones de seguridad alimentaria. El uso de huertas caseras, el intercambio de semillas y productos y el cuidado del medio ambiente son algunos ejemplos de experiencias individuales y colectivas que aportan a la construcción de paz con la naturaleza.
La recuperación de la naturaleza y de las relaciones con ella deben tener un enfoque colectivo, intergeneracional, étnico y territorial. Debido a esto, comunidades del Corredor Perijá Zapatosa han creado espacios de formación, capacitación y concientización sobre las acciones de recuperación y cuidado de la naturaleza como un actor más del territorio.
Estas acciones de concientización sobre el cuidado y recuperación de la naturaleza son lideradas por comunidades campesinas, pescadoras y afrodescendientes han sido dirigidas a la población en general, pero en principal medida a las niñas, niños y jóvenes, dándole un enfoque intergeneracional a la construcción de pensamientos, sentires y acciones comunitarias en pro de la naturaleza.
También es importante comprender la forma como los niños, niñas y jóvenes perciben, piensan e interactúan con la naturaleza. En esos elementos se pueden encontrar aportes muy importantes a la construcción de la paz con los ecosistemas.
Durante los inicios de la década del 2000, los grupos paramilitares impusieron control territorial en la ciénaga de Zapatosa y sus poblaciones aledañas. Esto significó el establecimiento de nuevos órdenes económicos, políticos y sociales, con la ciénaga como un entorno de dolor que presenció estas acciones violentas Estos grupos armados se convirtieron en actores de miedo y control territorial. Su forma de relacionarse con la ciénaga de Zapatosa y con las personas que habitan sus alrededores involucró la división, la fragmentación de lo comunitario y le individualización de la construcción de la vida.
Es por ello que la comunidad del corregimiento de La Candelaria, municipio de Chimichagua decide reunirse con otros corregimientos e identificar posibles soluciones a la situación. La protección de la vida y dignidad de estas comunidades se convirtió en una fuerza colectiva que buscaba construir vida en medio de las heridas. Entonces, buscan la manera de dialogar con los grupos paramilitares presentes en su territorio para generar unos mínimos acuerdos de convivencia y uso de la ciénaga de Zapatosa, para mantener la actividad pesquera, actividad económica importante del municipio, sin llegar a agudizar los conflictos generados entre los actores armados y las comunidades.
Desde el establecimiento de horarios, días, tamaño de las mallas de pesca, la cantidad de peces que se podían sacar, hasta la articulación de una red comunitaria de vigilancia, fueron algunas de las acciones acordadas en este sistema de regulación de pesca de la ciénaga de Zapatosa. Estos acuerdos se construyeron entre los habitantes de varios corregimientos del municipio de Chimichagua, pero también en diálogo con los grupos paramilitares para lograr consensos y mínimos espacios de respeto sobre la ciénaga de Zapatosa, desde la lógica e interés de cada actor.
La ciénaga de Zapatosa se convirtió en el eje central del diálogo entre los actores involucrados en la iniciativa. Además, se demostró que las comunidades pueden organizarse para generar una cultura del cuidado sobre la naturaleza y sus cuerpos. También aportó, en su momento, a la recuperación de la solidaridad y trabajo conjunto entre distintos corregimientos a través de acuerdos de vigilancia y control de la actividad pesquera en la ciénaga